Desde que empezó el estado de alarma y la carrera por la vacuna, parece que estamos esperando a que la pandemia del Covid-19 pase rápido y a que, en cuanto llegue la vacuna, podamos recuperar nuestras vidas tal y como las conocíamos. Sin embargo, también parece que esta crisis puede ser un punto de inflexión lleno de dificultades y oportunidades que nos haga aspirar a una “nueva normalidad” más solidaria y sostenible que la anterior a la pandemia.

La situación en los países en los que trabajamos es de gran dificultad. Las medidas de confinamiento adoptadas han paralizado la actividad económica de mercados y venta ambulante. En África del Oeste, el cierre de fronteras ha deteriorado con gran intensidad el comercio, ha aumentado aún más las dificultades de acceso a los alimentos en una región afectada por la violencia, el calentamiento global y los problemas de gobernanza. Senegal y Benín han adoptado medidas enérgicas: cierre de fronteras, toques de queda, distanciamiento social y restricciones de viaje. Esta fue una respuesta eficaz, que ayudó a frenar la expansión de la enfermedad, pero tuvo un efecto perverso en las economías y el sistema agrícola y ganadero.

En América Latina se prevé que los precios internacionales de los productos, básicos y energéticos, disminuirán en 2020, lo que tendrá efectos negativos en los términos de intercambio. Ecuador se verá especialmente afectado por la bajada del precio del petróleo. También la evolución negativa de las remesas afectará con mayor intensidad a varios de los países más pobres. En el caso de Honduras, las remesas representaban en 2018 alrededor de un 20% del PIB.

El cierre de los mercados y las fronteras ha impedido que los agricultores obtengan suficientes suministros para sembrar para la próxima temporada. También ha obstaculizado la venta de sus productos, lo que ha dado lugar a una importante pérdida de ingresos.

La pandemia tiene efectos directos sobre las actividades de producción, transformación, distribución, comercio y consumo de alimentos, sobre todo en términos de seguridad alimentaria y bienestar social.

Esta doble crisis ha mostrado la importancia de la cooperación entre países, entre organismos internacionales, entre todos. El intercambio de experiencias, la cooperación y coordinación permite compartir buenas prácticas y evitar errores. En nuestro caso lo hemos experimentado entre algunos de los principales financiadores internacionales que trabajan en el sector de las microfinanzas y la inclusión financiera. Se han elaborado y distribuido herramientas para afrontar la crisis: Guías para elaborar planes de contingencia para las IMF y enfrentar mejor los desafíos financieros, sociales, institucionales. Estamos llevando a cabo infinidad de reuniones online para llegar a acuerdos entre financiadores que nos permitan ayudar y acompañar a las IMF de forma coordinada y conjunta.

Desde nuestra experiencia en Microfides, en esta doble crisis sanitaria y económica, nos está tocando acompañar y caminar al lado de nuestras contrapartes del Sur. Ellas se ven en la obligación de refinanciar, reestructurar, asumir más morosidad, implementar prórrogas automáticas para los créditos del sector de la agricultura campesina para asegurar el financiamiento de las actividades productivas. Además de las medidas financieras, están distribuyendo geles y mascarillas entre sus socios, están haciendo campañas educativas por radio, alguna IMF ha desarrollado la banca a través del móvil para facilitar el acceso a sus clientes, otras están impulsando redes de compra-venta de proximidad.

Y Microfides no puede mirar a otro lado. Nos toca estar cerca y apretarnos el cinturón. Así que hemos tomado las siguientes medidas con nuestras contrapartes en función de la situación de cada una: Perdonar intereses, otorgar liquidez, estirar plazos, refinanciar, hacer un crowdfunding para poder enviarles dinero en el que han participado más de 150 personas y entidades y en el que hemos recaudado 43.000€.

Nuestras contrapartes del sur también se preocupan por nuestra situación y nos escriben muy impresionados por la cantidad de personas que han muerto en España por COVID-19.  Están más acostumbrados a lidiar con epidemias: Malaria, cólera, ébola, dengue, y ahora la Covid-19. Lo sobrellevan con mayor resiliencia que nosotros y nos acompañan en la distancia.

Les conmueve nuestra solidaridad, tan necesaria, y a nosotras nos conmueve su preocupación por nuestra situación. Esta reciprocidad cargada de humanidad ha llevado nuestra relación profesional a un nivel más profundo, más humano, que siempre estaba ahí, de fondo, de base, pero que ahora ha emergido a la superficie y se ha mostrado bien visible. Nuestra razón de ser es ser humanos, una humanidad global.

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