Desde hace años se celebra el día de la educación financiera, un día en el que los grandes bancos aprovechan para recordar lo importante que es tener cuidado con el billete falso, no compartir contraseñas de aplicaciones o que no deberíamos invertir nuestro dinero en productos que no entendiéramos perfectamente.

Sin embargo, la educación financiera es algo más que eso. También es saber que en los últimos años, conforme iban creciendo los beneficios después del rescate al sistema financiero, las sucursales bancarias han ido desapareciendo, cada día son más los municipios en los que no hay ni siquiera un cajero automático para poder retirar efectivo. También es saber que año a año, el papel que ocupan los préstamos en el negocio bancario se ve reducido por la partipación en entidades financieras que escapan de la regulación del Banco de España. Educación financiera es, en definitiva, poder echar una mirada crítica al sector e ir más allá del estudio de rentabilidades para preguntarse a costa de qué se producen.

Desde hace décadas, a lo largo de la geografía española hay entidades que apuestan sus ahorros por una economía en la que las finanzas están al servicio de las personas, que son capaces de renunciar a negocios muy rentables para apostar por negocios locales, que fijan población en la España vaciada, aunque la rentabilidad sea la de alimentar una familia. Hay entidades que se sienten orgullosas de no haber financiado nunca el comercio de armas, el juego o industrias altamente contaminantes, por muy legales que sean y así lo publicitan. Eso es también educación financiera.

En este 7 de octubre, día de la Educación Financiera, desde REFAS seguimos poniendo a las personas en el centro de nuestra forma de entender la economía y las finanzas.

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